Hoy mi aun mujer y yo firmaremos
el divorcio, y tengo el mismo sentimiento que el día en que me iba a casar; que
se pase rápido, pienso. Los motivos son diferentes, ese día tenía ganas de
estar con ella a solas, le quedaban muy bien los volantes y las hombreras al
estilo Lady Di del vestido, pero yo quería quitárselo. Entendedme, habíamos
pasado uno de esos noviazgos de la época, de ir por niveles: mano, brazo,
pierna, hombro, boca y ya. Y digo lo de niveles porque llegar de la mano a la
boca costaba tanto como pasar del A1 al advance.
Hoy, sin embargo, quiero perderla de vista, y no sólo a ella, también a los
abogados, funcionarios, jueces y demás miembros y miembras
de la burocracia, sobre todo a las miembras.
Ya entenderéis por qué.
Y es que mi mujer me ha dejado
por otra, por otra mujer. Y no pasa nada, que yo soy muy moderno y muy sensible
también, un hombre de la época que me ha tocado vivir. Yo lo entiendo y
comprendo todo, pero hasta un punto. Porque está muy bien tener dudas y curiosidad,
todos las hemos tenido, sin ir más lejos, yo mismo; pero lo superé. Fue en las
duchas del gimnasio del instituto, al ver a un chico desnudo me di cuenta de que en vez de deseo sentía
envidia; en se momento supe que no era gay, como decís ahora, y que había
superado la fase anal. Pero claro, lo normal es que esas dudas te vengan en la
adolescencia, no a los 65 años, que a esa edad a las mujeres les da por
restaurar monumentos no por cambiar de sexualidad.
Y ojo, que yo no tengo nada en
contra de que mi mujer experimente, que hemos vivido los 80 y de experimentar
sabemos, pero juntos, ¡coño! Que cuando me anunció muy circunspecta que le
gustaba una mujer, mi primer pensamiento fue “¡Qué bien! Un poco de aliciente,
que últimamente estamos muy sosos”. Pero
para nada, resulta que a la otra no la quería compartir, que además era su
abogada y se quería divorciar. Y yo le pedía explicaciones y ella sólo decía:
-Quiero probar nuevas
sensaciones.
Y yo le contestaba muy serio:
-Sensación la que me ha dado a mí
esta noticia.
Porque claro, yo no me lo esperaba.
Que mi mujer siempre ha sido muy progay y
le gustaba la copla, pero no podía intuir algo como eso. Y me lo he tomado con
resignación ¡Qué remedio! Pensaréis. Pero a ver qué puedo hacer. En los peores momentos
he pensado en reconquistarla dulcificando mis modales y siendo más sensible; he
aprendido mucho viendo películas de Jennifer Aniston y Julia Roberts,
enseñanzas que me llevo. Porque no creo que mi plan funcionara, a mi mujer ahora
le gustan las mujeres y a mí me sombrea mucho la barba.
Mis hijos no me preocupan demasiado,
se las arreglarán solos. Si tomamos como ejemplo a Paquirrín, este ha tenido
una madre folclórica y le ha ido muy bien. El problema soy yo. A ver qué hago
yo ahora, señores, porque no sé vivir solo. Y a mi edad va a ser difícil
encontrar una mujer que me quiera (o un hombre, yo ya no descarto nada). Porque
mi mayor problema es el físico, que no soy ni tan guapo como Paul Newman o
Bertín Osborne, ni feo estilo Belmondo para parecer interesante. Ella por el
contrario siempre ha sido muy resultona, morena, ojos grandes. Si seguimos con
las comparaciones puedo decir que de joven se parecía a Conchita Velasco y de
mayor a una vidente que sale por televisión. Demasiado cambio diréis, pero ella
ha sido una mujer muy variable; yo la quería mucho y por eso siempre será mi
Esperanza Gracia particular, aunque yo ya no sea su Queridísimo Piscis.
Francisco Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario