Anillos para una dama,
escrita en el 1971, por problemas con la censura no se estrenó hasta el 28 de
septiembre de 1973 en el Teatro Eslava de Madrid, con dirección de José Luis
Alonso, contó con el siguiente elenco, como María Asquerino, José Bódalo,
Armando Calvo y Charo López en los personajes principales. Esta obra tuvo un
gran éxito, incluso llegó a representarse en México y Nueva York.
Este texto representa la lucha por la libertad individual y el conflicto entre la
realización amorosa y las responsabilidades sociales e incluso históricas. Las ansias de libertad de la protagonista han sido vistas por muchos críticos como
un símbolo de la situación que vivía España en esos años, los últimos momentos
de la dictadura franquista. Además asistimos a una desmitificación de los
personajes del Cid y Jimena, pierden su condición épica y son tratados como
personas corrientes.
La
trama se sitúa dos años después de la muerte del Cid en Valencia, última ciudad
conquistada por este a los moros y de la que ahora es Señora su viuda, Doña
Jimena. Allí tiene que enfrentarse a dos hechos, por un lado el sitio de
valencia por las tropas almohades, y por otro, el querer casarse con Minaya Álvar
Háñez, amigo de Rodrigo, algo ante lo que se interponen el rey Alfonso VI de
Castilla y su la hija de Jimena. La viuda del Cid no quiere cejar en su empeño,
a pesar de las oposiciones, pero su enamorado tampoco está muy convencido de
querer casarse a pesar de haber estado siempre enamorado de ella, pero para él
consumar ese amor sería traicionar a su amigo. La hija de Jimena tampoco da su
consentimiento, a pesar de ella haberse casado dos veces, lo mismo ocurre con
el rey, que hace que encierren a Jimena en el alcázar de Valencia para que
reflexione sobre lo que quiere hacer.
El
rey acaba cediendo y le dice que permite que Minaya sea su amante o su esposo,
siempre y cuando se mantenga en secreto, porque hacerlo de otra forma sería
manchar la figura del Cid. Pero mientras esto ocurre, las tropas almorávides
atacan la ciudad, el ejército cristiano trata de defenderla pero al final
Minaya huye a Madrid y Jimena a San Pedro de Cardeña.
PERSONAJES
Jimena,
a diferencia de en el Cantar de mio Cid,
donde es un personaje secundario, en Anillos para una dama es la protagonista
absoluta, también observamos que ya no es una mujer en la sombra, sumisa y
religiosa. En esta obra Jimena es una mujer madura, de 40 años y viuda que
quiere alcanzar sus deseos y romper con su pasado para alcanzar la felicidad
junto a Minaya Álvar Fañez esto le traerá problemas ya que su entorno no lo
verá con buenos ojos. Al final la vemos resignada a vivir en San Pedro de
Cerdeña, alejada de Minaya, su amor, velando la memoria de su marido y viviendo
en la insatisfacción. Además de su amor, pierde la ciudad de Valencia de la que
era señora, pero este hecho parece que no le importa tanto.
Minaya
es el compañero del Cid, gran soldado y amigo. En el Cantar no hay alusiones a un posible enamoramiento de Jimena, pero
en la obra de Gala, se da a entender que siempre ha existido un amor secreto
nunca materializado. Y a pesar de ser valiente en el campo de batalla, como se
dice en la obra, no lo es en asuntos de amor, pesa demasiado el recuerdo de su
amigo y no se atreve a aceptar el amor
de Jimena.
En Anillos para una dama
el rey Alfonso aparece como tío de Jimena, por quien ha estado velando a lo
largo de sus años, no cumpliendo otra cosa que sus propios intereses; por
ejemplo su matrimonio a los catorce años con Rodrigo se hizo por motivos
políticos. También opina que no es bueno para la imagen de Jimena que se sepa
que se ha vuelto a enamorar, por ello no se opone a la relación con Minaya,
pero sí a que se haga pública. En cierta forma admira al Cid y sabe que este
era superior a él.
Otros
personajes son María, la hija de Jimena y del Cid, tanto en el Cantar de mio Cid donde es llamada Doña
Sol, como en la obra de Gala, se casa dos veces, una con un Infante de Carrión
y la otra con el Conde de Barcelona. Aunque defiende los valores tradicionales
cuando opina en referencia a su madre, vemos que ella tiene una actitud
asertiva cuando va a Valencia a defender sus intereses políticos y los de su
marido. Tiene en gran estima al recuerdo de su padre, por eso no acepta que su
madre se vuelva a casar, además para ella el amor es algo propio de criados, la
gente noble se casa por intereses políticos. Se observa como en algunos
momentos se invierten los papeles y María actúa como si fuera la madre de
Jimena.
El
obispo Jerónimo, es quién preserva la memoria del Cid con más claridad y al
igual que ha sido encargado de cuidar de Jimena y sus hijas, también se
autoimpone la tarea de guardar el recuerdo de Rodrigo. En algunos momentos
aparece como un personaje trasnochado, propio de otra época, con signos
evidentes de vejez, que producen momentos cómicos dentro de la obra. También
está en contra del matrimonio de Jimena con Minaya.
Por
último, encontramos a Constanza, es la dama de compañía de Jimena, además de su
confidente. En un primer momento apoya a Jimena y a la alienta en sus deseos,
después la traicionará poniéndose de parte del monarca para impedir que se
lleve a cabo el casamiento.
ESPACIO
Y TIEMPO
La
obra se desarrolla dos años después de la muerte de Rodrigo Díaz de Vivar, es
un momento histórico muy complicado ya que las hordas almorávides se disponen a
atacar la ciudad de Valencia, Doña Jimena trata de defenderla con sus tropas y
la ayuda de su yerno, pero finalmente Alfonso VI ordena evacuar la ciudad y
esta es conquistada por los almorávides.
La
estructura es lineal, toda la acción transcurre en un único escenario, el
alcázar de Valencia donde Jimena es encerrada. Se alterna un ritmo pausado en
las largas meditaciones de Jimena, con otro más rápido en el intercambio
dialéctico que establece con sus interlocutores.
OTROS
ASPECTOS
La
idea primigenia para escribir Anillos
para una dama parte de un hecho real, la boda de Jacquie, viuda del
presidente de los Estados Unidos Kennedy, con el magnate Aristóteles Onassis. Este
hecho produjo una conmoción global, ya que la desdichada viuda, escapaba del
papel que se presuponía para ella y rehacía su vida con otro hombre. A Antonio
Gala le interesó rápidamente este hecho, se planteó escribir sobre Andrómaca,
viuda de Héctor de Troya; sin embargo acabó por adaptar la historia a un
personaje más español, Doña Jimena, viuda de Rodrigo Díaz de Vivar.
Con
esta obra, Antonio Gala trae de vuelta un tema recurrente en toda la literatura
española anterior, la honra. La honra se interpone entre el amor de Jimena y
Minaya, ambos, uno como señor y la otra como marido, no pueden serle infieles,
deben respetar su memoria. De ahí que sea más importante preservar la honra que
alcanzar el amor. Jimena quiere luchar contra ello, pero la presión exterior es
más fuerte y ante la negativa de Minaya se da por vencida. Aquí asistimos a un
intercambio de papeles, la esposa sumisa es quien toma las decisiones y el
soldado valiente en el campo de batalla no se comporta de la misma manera ante
su supuesta enamorada.
A
parte del tema de la honra, el amoroso o la aspiración a conseguir la libertad,
otros han querido ir más allá y ha visto la situación narrada en el libro como
una transposición de lo que pasaba en esos momentos en una España encerrada en
una dictadura, que agonizaba ante la falta de libertad y se encaminaba hacia la
democracia. A sostener esta hipótesis ayuda la multitud de anacronismos que
aparecen en la obra, doña Jimena al aparecer fumando, bebiendo café o con ropa
interior moderna abandona su pedestal de mito y se convierte en una persona
como otra que se tiene que sobreponer a lo que se espera de ella, un papel
parecido al que se le adjudicaba a las mujeres en la época en que Anillos para una dama fue estrenada,
para lograr su voluntad.
Jimena
desea quitarse los anillos de casada y viuda que la aprisionan, de la misma
manera que España quiere sacudirse los miedos, las culpas, las penas y caminar
sola hacia un futuro más esperanzador. Así, Jimena trata de librarse de la
pesada carga que supone haber sido esposa del Cid, de la misma manera, España
quiere librarse del recuerdo de un pasado que han pintado como glorioso pero
que no puede tener vigencia en los años 70, ha quedado obsoleto. Si Joaquín
Costa en el siglo XIX sentenció su célebre “Escuela, despensa y siete llaves
para el sepulcro del Cid”, Antonio Gala en 1972 hace más explícita esta
demanda. Todo ello con un lenguaje cargado de simbolismo, lirismo y belleza
como es usual en las páginas de este insigne escritor experto en reinterpretar
personajes clásicos, desnudarlos del mito y despojarlos de historia al mismo
tiempo que los viste de eternidad.
Francisco Rodríguez
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